viernes, 10 de mayo de 2013

ANDANZA N. 291. ¡MAMMA MIA!

Se unían todas las circunstancias favorables. Me apasiona el teatro. Me gusta la música de Abba (carrozooooooona) Me gusta la noche. Me gusta la lluvia. Me gusta mi osteópata. A ver, no me entendáis mal: me encanta como profesional. Y tiene un sentido del humor que es un puntazo, aunque a veces tiene su mala idea y aprovecha que me río para atacarme por sorpresa con esas agujas endiabladas. ¿Qué tiene que ver Jaume con esto? Mejor empiezo por el principio.
Resulta que mi osteópata actúa en un grupo de teatro del pueblo de al lado (mi otro Jaume, que no es Barcelona, jeje) y representaban el musical Mamma Mia. Llevaba… ¿seis años? Sin ir al teatro, qué horror, con lo que me gusta, cómo tienes que adaptarte a lo que llega… Pues entre el “mono” del teatro, el argumento, la curiosidad por ver a Jaume con otro disfraz, la buena compañía y que la noche puede confundirme pero me seduce… Para colmo empezó a caer esa suave lluvia de la que a mi me gusta, para ir sin paraguas y mojarte la cara y el pelo. Si no lo habéis hecho nunca, probadlo. No digo que seáis como la Carmen Maura transexual de Almodóvar, pero son vivificantes esas gotitas que te van resbalando por el pelo… Esto… Las que useis maquillaje y máscara de pestañas que no sea waterproof no lo hagáis mejor porque sino podéis llegar a parecer un cuadro abstracto.
Sábado noche en el pueblo, debajo de unas enredaderas espesas que impiden que te mojes, comiendo un bocadillo, charlando, riendo. Falta media hora para que empiece la función. Ya sabía yo que no tenía que beberme la lata entera de Coca Cola. Me voy al baño y hay cola. Ni cabemos en el exiguo espacio de espera. Al final sale una mujer y quedamos en la antesala una chica y yo. Me pregunta, ¿cómo son los WC de hombres? Los de aquí no sé, le digo; sé cómo es el de mi trabajo, inmenso para los cuatro gatitos que hay.
Muy decidida, abre de par en par la puerta de los servicios de caballeros y echa una ojeada. Uy, es que hay un meadero, me suelta. Porque si sólo hay un wáter cerrado a mi me da igual, total no me siento… Virgen Santa del Sanatorio de los Toreros. “La” posición. La miro y claro, lleva una cazadora cortita, pantalones por dentro de las botas y un bolso mínimo. Esta chica sabe el secreto. Lo sabe. “Sabe” que te puedes casi degollar con el peso del bolso sobre tu nuca. “Sabe” los líquidos que hay a veces en el suelo. “Sabe” que necesitas la otra mano porque el pestillo está roto o tienes miedo a quedarte encerrada y es de primera necesidad aguantar la puerta. Sobre todo si el WC es unisex, como las peluquerías. Yo no: bolso tamaño XL repleto hasta la bandera, gabardina con cinturón que siempre se vence hacia un lado y el bajo del pantalón rozando peligrosamente el suelo.
Al final, éramos las dos del pueblo más grande del pueblo de al lado, fíjate, y nos reímos un montón, y ya cogí confianza y le dije, ¿me aguantas la puerta? Porque yo además tenía que chutarme. El más difícil todavía. Menos mal que tengo práctica y voy cual rayo. Salgo, una sonrisa de agradecimiento y a mi sitio.
Ya sabía yo que demasiado líquido. A la media parte salgo disparada, dejando a mis amigas boquiabiertas porque encima tuve que sortear sus piernas (tendría que estar en el pasillo, donde además con un poco de suerte puedes toquetear a los actores) y me fui gritando: “¡Pis!”, espero que sólo lo oyera… Bueno, igual lo oyó todo el mundo. Pero… ¿a que no sabéis quién salía del baño cuando yo iba a entrar? ¡Siiiiiiii, ella, la de “la” posición! Jiji, vaya par de meonas, ahora entiendo porque lo sabiaaaaa

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