martes, 16 de abril de 2013

ANDANZA N. 284. NO TE HUNDAS

Porque sé que sufres. Sufres tres veces: por ser madre, por tener un hijo con autismo, porque no sabes hacia dónde tienes que ir. El primer sufrimiento es inherente, inevitable a tu condición de mami. El segundo lo asimilarás y, con el tiempo, verás que la adversidad te hace fuerte. El tercero desparecerá (aunque siempre te sientas un poco en la cuerda floja) porque aquí estaremos Mamen, Elena, Antonio, Rosa... toda nuestra gran familia, aquella que no nos vino dada por sangre pero sí por condición y empatía.
Te voy a contar una pequeña historia. No sé cuánto sabes de mi vida, pero te aseguro que hay épocas muy oscuras en todos los aspectos. Epocas en las que vivía empastillada, con taquicardias, al límite del abismo y en las que todo pesaba como una losa. Mucho más allá del problema de mi hijo, que no es poco. Mermé ahora... ¿Cómo me ves? Un poco polvorilla, “lokita”, riéndome relajada al sol con un aperitivo, o hablando ante más de cien personas. También a veces triste, o cansada o nostálgica. O sea: como cualquier persona. Y como cualquier persona, tengo algún gran amigo. De él te voy a hablar.
En realidad, he dado ya algunas pinceladas de mi amigo Anicet, el jugador de baloncesto. Me llamó el viernes y... ¡sorpresa! Estaba en Badalona, por su trabajo.  Rápidamente lo organizamos todo para vernos al día siguiente. Venía acompañado de un amigo suyo entrenador en una universidad americana, Roland. Al decirle Anicet que a Albert se le daba muy bien el inglés, él se dirigió al crío en este idioma. MI hijo se puso un poco nervioso (ya sabemos que todo tiene que estar previsto y organizado) pero Roland tuvo un punto de genialidad ahí: no le dijo una palabra en  castellano y con su voz cálida le propuso hablar en inglés “slowly”.
Y funcionó, amores, funcionó. Aquello era un batiburrillo: catalán, castellano, inglés... Pero cada cual se dirigía al otro en el idioma que le resultaba más natural. Albert estuvo tres horas hablando en inglés con un americano desconocido para él hasta ese día. ¿Que una persona con autismo no se relaciona? ¿Qué solo le interesa su mundo? ¿Que, que, que...? Mirad las fotos, qué carita de felicidad. Mirad cómo le coje la mano. Mirad cómo se deja abrazar. Qué feliz fue. Qué feliz me hizo. Qué felices nos hicieron esas dos personas.
Como colofón, las palabras sabias de Anicet, no sé si son fruto de sus raíces, de su educación o, lo más probable, de ambas cosas: Albert es un niño, simplemente. No le des más vueltas. Con sus características, tendrás que luchar en uno u otro sentido quizás más que otros padres. Pero, en el fondo, necesita lo mismo que el resto.
¿Sabéis en qué se resume? Claro que sí: amor y paciencia. Simplemente, mis chicas.

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